Poco importante puede parecer el tema del lenguaje, sin embargo, uno de los aspectos que contribuyen a la difusión y perpetuación de determinados discursos están relacionados con el lenguaje y más concretamente con los actos comunicativos de poder.
De estos actos, se derivan muchas situaciones relacionadas con la desigualdad que no podemos omitir, aunque nuestra realidad se perfile cada vez más inclusiva, una comunidad mayoritaria es portadora del discurso dominante.
Existe mucha controversia respecto a la utilidad del lenguaje inclusivo, pero más allá de valoraciones personales o profesionales es un hecho que la dificultad real surge cuando todo esto se materializa en actos perceptibles como; agresiones, insultos o comentarios peyorativos, entre otros.
Podríamos decir que la desigualdad de género se da en ambos lugares tanto en la cotidianeidad como en la estructura, pudiendo encontrar multitud de ejemplos en; televisión, libros, redes sociales…
Es más que evidente que el camino aún está por hacer, la sociedad va despacio, y aún no nos hemos terminado de adaptar a las nuevas realidades, ya que no es nada fácil a efectos de realidad deshacerse de toda la construcción histórico-social y cultural previa. Por desgracia los estereotipos nos siguen persiguiendo, muchas veces manifestándose en patrones obsoletos que están siendo transmitidos a través de la cotidianidad.
Una de las propuestas más efectivas para combatir todo esto, pasa por fomentar el dialogo teniendo en cuenta el impacto de los actos comunicativos. La capacidad para transformar la realidad debe ir unida a la de adaptar el lenguaje y esta es una responsabilidad que debe ser compartida por todos.
Es necesario romper poco a poco con las interacciones que están sujetas al poder, porque mientras sigan siendo así, los prejuicios y los estereotipos continuarán recayendo sobre los más vulnerables.